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# SÍ IMPORTA EL ORIGEN

Echan sal sobre la herida colonial que tiene abierta el pueblo mapuche

De Chenqueniyen a Cushamen y Villa Mascardi, 120 años de la misma construcción de un enemigo interno. Es necesario "peinar la historia a contrapelo".

10/12/2017
Bariloche
Adrián Moyano

En la madrugada del 18 de diciembre de 1882, la vida no pudo despertar en Chenqueniyen. La peor de las pesadillas tomó por asalto a las familias que tenían como longko a Wirkaleufu (o Huircaleo), uno de los líderes mapuche más destacados en el trawün de Sayweke. Faltaban unos minutos para las 4 de la mañana, cuando unos 100 hombres pertenecientes al Regimiento 7 y al Batallón 6 del Ejército recibieron el mandato de ensillar.

Cuando estuvieron prontos los agresores, “el comandante dio la orden de descender los médanos a la carrera y atacar sin fijarse en el número de enemigos, mandando la infantería de reserva a gran galope, ocupando el centro de la línea”. El informe militar dice que “a las 4 y minutos se veían las tolderías rodeadas por nuestras tropas, atacando los soldados a los que oponían resistencia”. La claridad recién se insinuaba desde el este, cuando el ataque finalizó. Quedaron en poder de los invasores 18 toldos, “quedando muertos en el campo cinco indios, y prisioneros dos caciques, dos capitanejos, treinta indios de lanza y ciento cuarenta entre chinas y chusma, y una cautiva rescatada, a más de las haciendas que se encontraban inmediatas a las tolderías” 1. No hubo bajas entre los atacantes.

Los argentinos tomaron posiciones en “una gran rinconada que formaba el arroyo” y aseguraron la conquista con una guarnición de 60 hombres, mientras otros 90 soldados y sus oficiales se prepararon “para machar a los toldos de Sayhueque”. Dos días después del asalto en Chenqueniyen y otra vez al abrigo de la oscuridad, avanzaron los intrusos “en dirección a un fogón imperceptible que se descubría”. En esta ocasión, la mortandad creció entre los mapuche: “se desprendieron varias comisiones que al poco andar llegaron a los toldos, donde pocos momentos después llegaban las fuerzas, tomando como cuarenta chinas y chusma, siete prisioneros y como treinta y cinco o cuarenta muertos, más veintidós de chusma y chinas que al poco rato se tomaron dispersas; también se tomaron caballos y yeguas, vacas y ovejas, pero en número muy limitado” 2. La tropas acamparon “en el valle de Calquelipucú” 3, topónimo que no perduró hasta el presente. El jefe de la columna dispuso “prender fuego a veintiocho toldos”. En la madrugada del 21 de diciembre, “la diana se tocó a las 2 a.m. trayendo los comandantes de piquetes el parte sin novedad”. Quiere decir que tampoco hubo bajas en las filas agresoras 4 al término de la segunda acción.

En línea de batalla

Doce días más tarde, la vanguardia de la Tercera Brigada afrontó una situación distinta: “a las 6 a.m. en un campo llano y parejo me esperaban formados en línea de batalla, en un orden regular que es de extrañar según el modo como tienen costumbre de atacar. En ese instante, ordené atacarlos de frente, mandando romper el fuego a treinta hombres del Regimiento 7 y cinco hombres del Batallón 6 que formaban mi línea” 5. El informe lleva la firma de Rosario Suárez, teniente coronel del Ejército argentino, que por entonces revistaba a las órdenes del teniente coronel Nicolás Palacios. Su formación era parte de la Segunda División, que tenía como comandante a Conrado Villegas.

La acción del 2 de enero de 1883 también terminó con la victoria de las armas intrusas. Por la confesión de prisioneros, Suárez supo “qué indiada combatía y su número que habían formado en línea; ciento sesenta de lanza mandados por el capitanejo Huincal, Rayel y Salputia de la tribu de Sayhueque, y el capitanejo Pollel de la tribu de Inacayal, que como aliado oculto de Sayhueque, traidoramente se reunían a ésa que los descubrió mis fuerzas, para ir a atacarme al campamento de Chenquellincon, creyéndome descuidado, puesto que le había dado ocho días de plazo para que se me presentasen”. A pesar de la pretensión de embellecer el informe, Suárez lamentaba que entre los agredidos, “sólo” cayeran “un capitanejo, dos muertos y dos prisioneros”.

En cambio, consagró muchos párrafos menos a relatar otro acontecimiento de armas que tuvo lugar durante la misma jornada, cuando en la desesperación por rescatar a sus familias recientemente cautivadas, “cincuenta y tantos indios” consiguieron su objetivo y a pesar de lamentar bajas, provocaron entre los captores la muerte de “tres soldados del Regimiento 7”, además de un “indio amigo” 6.

Los dos primeros “enfrentamientos” tuvieron lugar en la actual jurisdicción de la provincia de Río Negro. Los partes militares de entonces acostumbraban a deshumanizar al adversario y a soslayar tragedias. Queda en evidencia que en Chenqueniyen no hubo combate alguno y menos aún en Calquelipucú: el ataque argentino se produjo sobre poblados mapuche en donde al momento de hablar las armas, la mayoría de sus moradores estaba con la guardia muy baja. Según el recuento de los propios militares, alrededor de 45 hombres mapuche en condiciones de guerrear habían perdido la vida. Como contrapartida, los atacantes no lamentaron pérdidas. ¿Combates o más bien masacres?

Cautividad y horror

Hombres y de armas los autores de los partes, no pudieron reparar en el dolor y en el desconsuelo de las mujeres que despectivamente, llamaban chinas. Además y por las dudas, recordemos que con la calificación peyorativa de chusma se designaba a la población mapuche que no estaba en condiciones de combatir, es decir, niños, niñas, ancianos y ancianas. Sobre ellos recayó de manera inmediata la cautividad y el traslado en condiciones inhumanas a puntos de concentración. Uno de ellos funcionó en Carmen de Patagones, donde en la actualidad se erige la Catedral de la localidad bonaerense. Otro se levantó en Chichinales y uno más en Valcheta. Los horrores que tuvieron que afrontar los sobrevivientes deberían helar la sangre de cualquiera que se considere humano.

(…) Contaba la abuela que lo habían agarrado los de antes, cuando hubo los cautivos, cuando nos contaba, solía llorar la abuela (…) La hicieron cautiva de 10 años (…) Una tropa como animales se lo llevaban. El regimiento le llevaba (…) cuando hubo ese cautivo, cansaba la señora, cuando no podía más le cortaban las tetas. Ella fue cautiva, la abuela mía era cautiva, argentina, y después cuando la cautivaron vino a salir después cuando se acomodó todo… ahí se vino a salir, disparó, salió, se vino para acá, e hizo familia. Solía llorar mi abuela (…) Laureana Nahueltripay. 1997 7

Testimonios como los de Laureana hubo demasiados, memorias que desnudan el carácter genocida de la invasión militar a territorio mapuche que pasó a la historia como Campaña al Desierto, la misma que quiso enaltecer un ex ministro del actual gobierno. Desde 1880 hasta 1885, la mayoría de los episodios bélicos que tuvieron lugar en las jurisdicciones actuales de Neuquén, Río Negro y Chubut fueron como los dos primeros, lejos de la idea que se recrea espontáneamente cuando se invoca la palabra “combate”. Se pueden diferenciar claramente del tercero, cuando 160 jinetes mapuche salieron al paso de la columna que se adentraba hacia al sur, aunque también fueran finalmente derrotados. Inclusive la cantidad de víctimas ofuscó a Suárez, quien casi se disculpaba en su informe a Palacios. De paso, digamos que dos de los militares argentinos que tuvieron responsabilidades operativas en tantos hechos genocidas, son homenajeados por otras tantas calles céntricas en San Carlos de Bariloche…

Combates de ayer, enfrentamientos de hoy

Otros sucesos que en realidad fueron ataques de madrugada contra tolderías semidormidas o fusilamientos preventivos, quedaron en la historiografía militar como los “combates” de Apeleg o de Arroyo Genoa. Pero con la práctica de “cepillar la historia a contrapelo”, como nos sugería Walter Benjamín, entenderemos que las barrabasadas contemporáneas de la ministra de Seguridad y de las fuerzas que comanda, no son nuevas: tienen como mínimo 140 años de antigüedad en el viejo país mapuche – tehuelche.

Si se comprende que en estas latitudes el Estado debe su fundación a un genocidio, deberían llamar la atención por su liviandad las apreciaciones del intendente de Bariloche, cuando quiso lamentar el asesinato de Rafael Nahuel: “no importa su origen, sino que lo que realmente importa es que es mi vecino”, expresó en su columna semanal en El Cordillerano (edición del domingo 3 de diciembre). Los hechos son contundentes desde agosto del año que se va: las dos muertes que se contabilizaron se produjeron durante hechos de represión que perpetraron fuerzas de seguridad contra movilizaciones mapuches. Si bien a escala nacional el conflicto social tiende a agudizarse y se multiplican las represiones, nunca se caracterizan por la tremenda desproporción de fuerzas que se advirtieron en varias ocasiones en Pu Lof en Resistencia y en Villa Mascardi. Que los prefectos llenaran de tierra la boca de la machil Betiana Nahuel aquel día fatídico desnuda el racismo. ¿Qué otro vecino de Bariloche sufriría esa humillación, así hablara alemán, italiano o castellano, por más grave que fuera el delito que cometiera? Sí importa el origen…

Desde la Casa Rosada, desde el Ministerio de Seguridad y los grandes medios de comunicación de Buenos Aires pero también desde Viedma, profundizan aquello que Walter Mignolo llama “herida colonial” 8, es decir, “el sentimiento de inferioridad impuesto en los seres humanos que no encajan en el modelo predeterminado por los relatos euroamericanos”. Aquella que física o psicológica “es una consecuencia del racismo, el discurso hegemónico que pone en cuestión la humanidad de todos los que no pertenecen al mismo locus de enunciación de quienes crean los parámetros de clasificación y se otorgan a sí mismos el derecho a clasificar” 9. En 1880 se encargaron de poner en duda la humanidad mapuche Julio Roca, Estanislao Zeballos, Conrado Villegas y sus subordinados, entre muchos otros… No hace falta que enumere a quienes cumplen idéntico cometido en 2017. Echan sal sobre la herida colonial, en lugar de pensar en cómo repararla.

1 Memoria de Guerra y Marina. “Campaña de los Andes al sur de la Patagonia. Año 1883. Partes detallados y diario de la expedición”. Serie “Lucha de fronteras con el indio”. EUDEBA. Página 277.
2 Ídem, página 280.
3 La ortografía y fonética del militar no permitió recrear el significado en mapuzungun del topónimo, pero a instancias del autor, Pablo Cañumil se tomó el trabajo de reconstruir el itinerario de la columna militar. Según sus estimaciones, Calquelipucú quedaría entre Chakaywa Ruka, Menuco Negro y el oeste de Río Chico. Cañumil enseña mapuzungun en Bariloche hace varios años. Varias de las alternativas que narro desde las fuentes militares, tuvieron lugar en el espacio territorial de su comunidad (Comunicación personal, 7 de diciembre).
4 Memoria de Guerra y Marina… Página 281.
5 Página 373.
6 Página 375.
7 En Delrio, Walter: “Memorias de expropiación. Sometimiento e incorporación indígena en la Patagonia. 1872 – 1943”. Editorial Universidad Nacional de Quilmes. 2005. Página 83.
8 Mignolo, Walter: “La idea de América Latina. La herida colonial y la opción decolonial”. Gedisa Editorial. Barcelona 2007. Página 17.
9 Página 34.