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Para el calendario, febrero o marzo. Para los mapuche... tiempo de kamaruko

Kamarikün antü, tiempo de kamaruko. Dar y recibir, y recibir y dar, muy lejos de la imposición del mercado y el capitalismo. Durante el kamaruko se renueva la reciprocidad que caracteriza al mundo mapuche. Se potencia la relación de la humanidad y la naturaleza.

25/02/2018
Adrián Moyano

Pintura de Eduardo Rapiman que reproduce un kamarikun

Hay quienes estructuran su vida a partir de las vacaciones o el carnaval, a partir del retorno a las actividades laborales o el recomienzo de los certámenes deportivos. Otros piensan en las elecciones y en los cambios de gobierno, en un viaje importante o en el calendario académico. Entre los mapuche, existen dos momentos centrales en el período de un año: uno es el wiñoy tripantü que precisamente, marca la renovación natural del ciclo y se produce sobre fines de junio. El otro es el kamarikün y tiene lugar “En estos días”.

Nada de juntarse para pedir que llueva, como durante tiempo nos trataron de convencer observadores un tanto miopes y siempre colonialistas, aunque tuvieran buenas intenciones… Durante el kamarikün o kamaruko se renueva el compromiso de “dar y recibir y del recibir y dar”, es decir, la reciprocidad que caracteriza de manera central a la concepción y práctica de la espiritualidad mapuche. Ese principio regula las relaciones humanas, sociales y materiales al interior del mundo mapuche, pero también las espirituales. Aquel “dar y recibir, recibir y dar” define el vínculo entre el che (persona) con los demás newen (energías o fuerzas) que existen en la naturaleza. La dinámica es muy compleja y para entenderla, haremos bien en poner a un costado las simplificaciones que se hicieron y hacen desde las concepciones cristianas. “Pu mapuche ngelangün ngünechen”: los mapuche no tienen Dios.

La idea de un ser dominante que está por encima del resto y hace y deshace a su arbitrio, es ajena a la forma mapuche de entender las cosas. Otro tanto sucede con el pensamiento según el cual la creación está a disposición de la humanidad: el che es un integrante de la naturaleza del mismo rango que las otras fuerzas que en ella tienen existencia. “El equilibrio de la vida entonces surge de la relación recíproca que entre ellas se establece” (Comisión de Trabajo Autónomo Mapuche, COTAM 51:2003).

Para referir a la ceremonia que se recrea en estos meses, el término más abarcador es ngillanmawün pero recibe diferentes denominaciones según el espacio territorial y las características que asuma. Entre los wenteche y nagche de la actual Araucanía, prevalece la expresión ngillatün pero entre los puelche y pewenche, se usa también el vocablo kamarikün o kamaruko. De esa manera llamaron a su propia práctica durante décadas las comunidades de Anekon Grande o Cañumil, en la jurisdicción de la provincia de Río Negro. Así se llama la ceremonia que a comienzos de marzo se renovará en el paraje Zaina Yegua, muy cerca de Piedra del Águila, en la provincia de Neuquén. Hace 115 años que los Ancatruz recrean esa manifestación de la espiritualidad mapuche. Hace década y media, un contingente de mapuches de Bariloche asiste a ese kamaruko y a partir de su concreción es que estructuran sus vidas.

Universidad y trabajo

Choike purrün

”El kamaruko es nuestra universidad”, acostumbra a decir Sandro Rivas Pichikura, integrante del Equipo de Comunicación Pu Lakfenche. Pero también define que “el kamaruko es un trabajo”, para graficar que el compromiso es holístico y demanda hasta esfuerzos físicos. “Son cuatro días que está fuera del tiempo”, ilustra. De los minutos, las horas y el calendario, claro… Porque incluso la percepción mapuche del tiempo es distinta a la que trajo Europa sobre fines del siglo XIX con la colonización argentina.

El kamarikün es una manifestación espiritual de carácter colectivo pero también individual. “Es un momento de la vida en que los che pueden resituarse en el espacio y el tiempo para asumir el rol que les toca cumplir en su condición de fuerza particular pero parte integrante del universo también habitado por otras fuerzas” (COTAM 51). También es una instancia de encuentro “con los espíritus de los antepasados que habitan otras dimensiones espaciales e intangibles del universo mapunche” (COTAM 52).

Durante la extensión del kamarikün, sus participantes se vinculan con los ngen (energías protectoras o guardianes) de los espacios territoriales, desde los más cercanos hasta los más lejanos. A fines de enero, se celebró una gran ceremonia a los pies del volcán Lanín y sobre todo al pillan (newen del volcán) se dirigieron los asistentes. En cambio, por aquí el Nahuel Huapi es el newen que predomina y entonces, interlocutor más asiduo. En Anekon Grande, en los kamaruko la comunicación se dirigía al cerro de ese nombre y todavía se recrea esa conversación. La extensión y diversidad del Wallmapu como territorio mapuche, se expresa a través de la pluralidad en las ceremonias, que pueden adquirir formalidades distintas aunque su fundamento y sentido sea el mismo.

Un kamaruko es fütrake gnillanmawün (COTAM 53), es decir, una gran ceremonia que reúne no sólo a la comunidad anfitriona sino también a otras. Trascienden el ámbito familiar o comunitario y asumen características formales determinadas que incluyen por ejemplo, el momento del año en que se realizan. En Zaina Yegua, coincide con la segunda semana de marzo siempre, de manera anual. En otros rincones del vasto territorio mapuche, se concretan cada dos años o inclusive, cada cuatro.

Lepün o llellipuwe

Para su realización, expresiones rituales de esta índole cuentan con un espacio específico que se preserva, cuya denominación cambia según la identidad territorial. Las más comunes por aquí son gnillatuwe, lelfün, lepün, llellipuwe o precisamente, kamarikuwe. Cada uno de ellos cuenta con su rewe, es decir, el centro del espacio donde se disponen los diversos elementos que se requieren durante el desarrollo de la ceremonia: banderas, cañas colihues, alimentos, muday, plantas medicinales o frutales y animales de un determinado color, sean caballos, toros u ovejas.

Momento del awün, cuando se cabalga alrededor del rewe para concentrar energía

”En algunos lugares, el centro del ngillatuwe se llama rewe y en otros, se llama yogol y así tiene distintos nombres. Ahí se plantan distintas cosas… Nosotros, por ejemplo plantamos foye (canelo), en otros lugares se plantan manzanas, en otros pewen, en otros maitén y pewen… Todo va a depender de lo que haya en el lugar donde estemos”, aportó el machi Víctor Caniullan para el informe de la COTAM. Él acostumbra a conducir el ngillatun en Quillem Alto, la comunidad de donde proviene, a unos kilómetros de Carahue. No tan lejos del rewe transcurre el río Cautín y a pesar de las tropelías de las forestales, todavía resiste por allí el más esplendoroso monte nativo, fisonomía muy distinta a la que habitan las comunidades de la estepa patagónica. Por aquí, es más usual que sean los longko o las pillankuze quienes conduzcan las ceremonias.

Su finalidad es muy clara: sostener el equilibrio de la vida en general y del rewe en particular, mantener o establecer vínculos con los newen del espacio territorial desde una perspectiva local pero también hacia la generalidad del universo mapuche, además de pedir y agradecer por la bonanza del ciclo productivo, tanto desde una mirada económica como social. Entre esos pedidos puede incluirse la llegada de lluvia, pero el objeto de cada kamaruko es bastante más amplio.

Esta complejidad desorientó durante mucho tiempo a los “especialistas” apurados. “El kamarikun también es un ngillatun, pero éste se organiza con mucho más tiempo de anticipación, mínimo un año antes. Es para agradecer todas las buenas cosas que nos han brindado durante el tiempo que pasó, por existir buena cosecha, porque hay animales, porque hay distintos tipos de cosas para la alimentación necesaria. Por eso, vamos a agradecer, vamos a sacar un gran kamarikun, se decían entre los longko”, según recordaba alrededor de 2003 Segundo Aninao, weupife (historiador) de la comunidad Pirkunche, de la zona de Truf Truf (COTAM 59).

”La tierra no está sola”

Ngillatun circa 1910, autor y localización que desconocemos

Su aporte es decisivo: “Todas las cosas que nos dan para sustentarnos, no es así nomás por sí solo. Las personas no existimos sólo por nuestra voluntad, los animales no existen por sí solos, la tierra no está sola… Hay quienes ordenan todo, a ellos les vamos a agradecer. Les vamos a entregar ovejas, las vamos a entregar animales, les vamos a agradecer, les vamos a peticionar, les vamos a rogar para que todo esté bien, para que tengamos todo lo necesario para vivir, para que siga habiendo buena cosecha, decían y dicen los viejos antiguos. Pero ahora eso lo seguimos manteniendo, seguimos realizando kamarikun. Se hace después que ya se cosechó todo, después de la cosecha se realiza”, añadía Aninao. Por aquí, la economía de las comunidades es más ganadera que agrícola y el momento del kamarikun se relaciona con las etapas que impone la crianza de chivos, ovejas y en muy menor medida, vacas.

El kamaruko también se relaciona con el bienestar de las personas desde la perspectiva de la salud porque se realiza para vincularse con los “newen que actúan para mantener la armonía general en el wall mapu: el equilibrio climático, territorial, social y familiar”, nos dicen Fresia Mellico y el propio machi Víctor. La primera supo enseñar mapuzungun en Bariloche a mediados de los 90, antes de retornar a su lugar de origen. En consecuencia, “este es uno de los momentos colectivos más relevantes para pedir una vida plena y armoniosa sin escasez ni enfermedades”. De ahí que se pueda decir que el ngillatun o entre nosotros el kamaruko, “es la actividad ritual central en el sistema de salud mapuche, pues realizándola se puede mantener el equilibrio, tanto en las personas como en los animales y en todo el entorno que rodea nuestra existencia como che” (Becerra Parra – Llanquinao Llanquinao 2017:97).

En definitiva, febrero y marzo son tiempo de kamarikün en el Puelmapu. Días de viento en el rostro, tierra que vuela, Sol impiadoso y noches glaciales. Tiempo de choike purrün, de tayüles y de interminables toques de kultrün. De caballos en el awün, de charlas con los newen y convocatorias a los ancestros. Momento de hablar con la mapu en el idioma que entiende. Y de escucharla para seguir. Universidad, trabajo y tiempo otro… Renovación y fortaleza. Fuego y conversación. Mucha fortaleza, para seguir.

Bibliografía

Caniullan Coliñir, Victor – Mellico Avendaño, Fresia: “Mapuche lawentuwün. Formas de medicina mapuche”. En Becerra Parra, Rodrigo – Llanquinao Llanquinao, Gabriel (editores): “Mapun kimün. Relaciones mapunche entre persona, tiempo y espacio”. Ocholibros. Santiago (2017).

Comisión de Trabajo Autónomo Mapuche (COTAM): “Pu mapunche ñi gijanmawün. Estudio sobre la religión mapunche, en Gulu y Pwel Mapu”. Jimena Pichinao (coordinadora), Fresia Mellico (encargada Pwel Mapu), Ernesto Huenchulaf (facilitador cultural) y Lucio Uriarte (sociólogo y teólogo colaborador). Temuco (2003).