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# “REBOBINAR LA MARCHA DE LA MUERTE”

¡Cuidado racistas! Inakayal vuelve

Antiguas fotos, nuevos bordados con técnicas ancestrales. Gracias a la propuesta de Sebastián Hacher y al trabajo colectivo, el camino de Inakayal vuelve a ser andado. Pasado, presente y futuro unidos por la fina lana que contornea el rostro del longko.

08/07/2018
Adrián Moyano

Son dos los retratos y dos las parejas de bordadoras. Del exterior llega la inusitada y finalmente, única alegría que despertara la Selección Argentina durante su lastimero paso por Rusia, pero en la sala “Gabino Tapia” la atmósfera es distinta y queda a galaxias de distancia. Las imágenes que se dejan atravesar por hilos de colores reproducen el rostro de Inakayal, el longko que terminó sus días de manera trágica en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata. Son las únicas fotografías suyas que circulan pero a diferencia de las versiones más difundidas, están en color. Una de frente, la otra de perfil. Las hileras de bordados se multiplican y otorgan a los contornos una aureola vital que pone en jaque la enorme tristeza que destila su mirada, el abatimiento de sus hombros. Mientras la aguja viaja de un lado a otro, Sebastián Hacher filma a una distancia prudencial. De vez en cuando, interrumpe el registro para recibir a una nueva bordadora que acaba de sentarse. Algunas de ellas forman parte de la Cooperativa “Zuem Mapuche” pero la mayoría no. En esta ocasión, casi todas las bordadoras son mujeres aunque no siempre es así.

Conocí a Hacher un invierno atrás, aunque su nombre me sonaba del primer conflicto con Benetton. Recordaba su firma en crónicas de cuando se puso en marcha la recuperación territorial en Santa Rosa – Leleque a comienzos de la década pasada, pero nuestros caminos concretos no se habían cruzado. Hace aproximadamente un año me contó de sueños, de técnicas de bordado que había aprendido entre los shipibo y de metodologías que permitían otorgar color a imágenes decimonónicas originalmente en blanco y negro. Admito que inicialmente, para mí fue demasiada información pero confié en los nombres que había invocado y leí unos párrafos de mi libro frente a una cámara, para acompañar la muestra que él haría en agosto siguiente. Además, me obsequió el resultado de unos de sus trabajos: el longko de perfil, saliente su pómulo izquierdo, una arruga profunda a la altura de su ojo, el pelo cortado de manera burda, una aparente cicatriz en diagonal… Sólo recientemente entendí que aquel gesto no tenía nada de inusual: Sebastián se la pasa regalando fotos.

Por casualidad, la primera presentación de mi libro en Buenos Aires cayó al día siguiente de la inauguración de su muestra. El expositor me invitó a una entrevista con público en el Centro Cultural Matienzo, un espacio hermoso e hiperactivo que yo desconocía. Concedamos que una cosa es toparse con las imágenes de Sayweke, Foyel, Truquel Sayweke, Margarita Foyel, Chagallo o el mismo Inakayal en alguna sala de Bariloche, Tecka o Esquel y otra que el encuentro se produzca en Villa Crespo, mientras en la sala de al lado se desarrolla una función teatral y en la de arriba toca una banda. Pero además, la conmoción no tuvo que ver solamente con encontrar esos rostros dolorosamente familiares en un reducto capitalino súper actualizado, sino también con el efecto reparador que efectivamente, añaden los bordados multicolores. Es un gesto profundamente sanador.

Desandar el camino

Aquella noche terminó en un restaurante cercano, recuperado por sus trabajadores. Entre vino y mollejas, Sebastián y Mariana Corral –también expositora- se interesaron por la posibilidad de desandar el camino que Inakayal, Foyel y sus familias se vieron obligados a transitar una vez cautivos, desde el fuerte “General Villegas” hasta Valcheta y desde allí hacia Chichinales. Les dije que sabía que el trazado de la Ruta Nacional 23 seguía los viejos senderos mapuches y tehuelches… Y que el llamado Paso de Neruda es el que usaban los mapuches para ir desde la zona de San Martín de los Andes a Valdivia y viceversa, pero que desconocía si había rutas directas entre el valle inferior del río Chubut y la localidad que albergó un campo de concentración. Se quedaron cavilando.

Con Hacher volvimos a encontrarnos el 25 de noviembre del año pasado, de nuevo en Buenos Aires. En el interín, yo había reparado en que durante 2018 se cumplirán 130 años de la muerte de Inakayal en cautiverio. Su deceso está documentado: 24 de septiembre de 1888… Apenas pudo sobrevivir cuatro años después de perder su libertad. Transitó por encierros húmedos en Retiro y Tigre, antes de que Francisco Moreno condujera a las familias cautivas al museo platense, donde las humillaciones y desprecios alcanzaron niveles inauditos. Un año antes habían corrido idéntica suerte Margarita Foyel y la compañera del longko. No voy a extenderme sobre los aspectos más macabros de su prisión: lean los trabajos del Colectivo GUIAS (Grupo Universitario de Investigación en Antropología Social)… Sus integrantes fueron quienes advirtieron que la promocionada restitución de restos de 1993 había sido parcial y de nuevo, rodeada de facetas tenebrosas. Le propuse a Sebastián traer “Restitución” a Bariloche y se entusiasmó con la idea. Horas después de despedirnos, empezaron a llegar las noticias sobre el asesinato de Rafael Nahuel. Por eso recuerdo con tanta claridad la fecha de nuestro encuentro.

Pero el periodista, fotógrafo, revelador de fotos antiguas y bordador, subió la apuesta. No se contentó con que su primera muestra reparadora sobre las víctimas del genocidio arribara a Bariloche, se quedó enganchado con aquella idea de desandar los caminos y en los hechos, ya está en eso. Inicialmente, preveía en cercanías de la fecha señalada (24 de septiembre) iniciar un periplo desde Carmen de Patagones que pasara por Valcheta y otras localidades de la Línea Sur para arribar al Nahuel Huapi e inaugurar. En cada parada, convocaría a bordar las fotos a quien quisiera. Compartiría el ABC del bordado y luego, dejaría que las cosas fluyeran, mientras él se consagraría a registrar las alternativas.

Hipnosis

(Foto Sebastián Hacher)

Inquieto y de entusiasmo desbordante, Hacher no pudo esperar a que llegara septiembre y el itinerario previsto se alteró, al igual que la cronología. Ya estuvo en Ingeniero Jacobacci, en Maquinchao y en Bariloche. Presencié dos de las sesiones de bordado, con consecuencias hipnóticas. En un espacio contiguo al salón “Emi Colilaf” de Wawel Ngiyeu (Jacobacci), vi llegar a María Cona con entusiasmo de niña. Pillankuze de su pueblo y artífice de una recuperación territorial, se sentó frente a uno de los retratos de Inakayal y no se levantó más, para dar decenas o quizá centenas de puntadas. Ida y vuelta, ida y vuelta, sin ni siquiera necesitar lentes. Sonrisa imbatible, firme el pulso, precisa la aguja…

En forma simultánea a esa ceremonia, Sebastián recreaba otra: lleva consigo una suerte de negativo al que le aplica un cóctel de químicos. Según confió entre la asistencia, es una de las técnicas de revelado más antiguas que existe. Le enseñó la metodología a Clelia del Castillo Ñancufil y constaté que el proceso tiene algo de trance para quien aprecia: de a poco, la imagen de Inakayal cobra forma sobre el papel en principio blanco. Se define, se expresa… ¿Cobra vida? Para secar la nueva foto hace falta Sol. Sebastián la colgó en un cordel como si se tratara de una prenda que acabara de salir del lavarropas. El salón está sobre una elevación que permite apreciar buena parte de Jacobacci. Corría mayo, atardecía y nuestras sombras se estiraban en diagonal hacia el sudeste. Desde esa pequeña altura, rehice con la mirada la vieja ruta que Inakayal, Foyel, Sayweke y sus ancestros trazaron durante siglos o quizá milenios, desde la cordillera al mar. Desde el mar a la cordillera… Hacía frío pero ya estábamos “rebobinando” aquella “marcha de la muerte”. Al día siguiente, Sebastián recreó el rito en Maquinchao, donde hizo el aguante la comunidad Ñanko Newen pero no pude acompañarlo. Al despedirnos, me regaló la segunda foto, una de las que había revelado en la tarde ventosa de Jacobacci. Lleva el número 016.

(Foto Sebastián Hacher)

Sebastián Hacher expondrá en el SCUM de Bariloche desde el 24 de septiembre próximo por espacio de una semana, pero a medida que la fecha se aproxima, su muestra se redefine. En principio, las y los barilochenses iríamos a contemplar “Restitución”, aquella incursión inicial que se desplegara en el centro cultural de Villa Crespo. Pero ahora la faena se tornó colectiva. Las obras que veremos serán las que resulten del hallazgo de las mismas fotografías en mejor resolución, más los bordados que se vayan concretando en cada jornada. Creo que la muestra se llamará “Inakayal vuelve”. Hacher volvió a pasar por aquí en coincidencia con el wiñoy tripantü y me dijo: “me voy a encerrar dos meses a bordar”. Pero no hay que creerle. Podrá bordar mucho, sí… ¿Pero encerrarse?

Halo de luz

Afuera llueve, ya no se escuchan bocinazos ni cánticos tribuneros. Cuatro o cinco muchachos buscan refugio en el rincón que forma la sala con una de las alas de la Feria Artesanal. Uno lleva un cartón de mal vino en su mano. No prestan demasiada atención a los sucesos del interior: ganó Argentina… Algunos turistas que llegan hasta el final del pasillo se asoman para ver si continúan los puestos y las artesanías. La mayoría retorna tras sus pasos pero algunos se detienen a contemplar a las bordadoras, a los halos de luz que custodian la silueta de aquel longko, nunca doblegado. Uno de los visitantes aparentemente más informado ensaya una explicación, mientras Sanmartiniano Painefil, veterano de mil batallas, rompe la hegemonía femenina y borda, enfoca su mirada y borda, frunce el ceño y borda… Wallkintun TV aprovecha que las cosas fluyen con naturalidad para entrevistar a Hacher. Una madre que bordó un largo rato con su hija se levanta y cede la silla. Minutos después, las dos se prodigan un largo abrazo. Observo en silencio ese encuentro emotivo y entiendo: sí, Inakayal vuelve.