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Ni libertad ni igualdad ni fraternidad para los Sacamata Liempichun

Los valores humanistas con los que Francia iluminó al mundo a fines del siglo XVIII parecen ser letra muerta. A pesar de los pedidos de una comunidad tehuelche mapuche, ese país se resiste a devolver los restos del hijo del cacique Liempichun. Cada día que pasa persiste el delito de saqueo, cometido bajo una lógica colonialista.

12/07/2020
Adrián Moyano

(Ilustración Rocío Griffin)

El 14 de julio de 1896 Henry de la Vaulx no levantó la copa y quizá tuviera razones para evitar el brindis. Ese día pero de 1789, se había producido la toma de la Bastilla por parte de los revolucionarios que procuraban terminar con el Antiguo Régimen y desplazar tanto a la monarquía como a la nobleza. Desde 1880, se había adoptado como fecha nacional y era habitual que los franceses saluden orgullosos ese día. Pero el conde no hizo mención a la festividad en su diario de viaje por la Patagonia.

Tal vez su conciencia aristocrática le impidiera celebrar una efeméride de origen popular, aunque gustoso agasajó su curiosidad gastronómica al saborear un piche que su perra capturó, mientras se desplazaba trabajosamente con su  pequeña comitiva entre Chelforó y Fiske Menuko (General Roca). Eran los tiempos de la Tercera República, denominación que no alcanza a disimular el carácter de potencia colonialista que ostentaba Francia. De hecho, ese mismo año inauguró su dominio sobre la fracción norte de Somalia, sujeción que se estiró hasta 1977.

En la Argentina gobernaba José Evaristo Uriburu, integrante de aquella élite que según un lugar común en la historia, miraba económicamente hacia Londres y culturalmente hacia París. De la Vaulx combatió el aburrimiento de la incipiente localidad valletana gracias a la hospitalidad que le prodigaron los oficiales del Ejército, quienes “me invitan a comer a menudo y me hacen los honores de la guarnición” (De la Vaulx 2008: 54). La expedición del noble no obedecía solamente a sus ansias de aventuras, estaba aquí “por encargo del Ministerio de Educación de la Tercera República”, según la presentación que la comunidad Sacamata-Liempichun elevó en abril pasado al Mecanismo de Expertos sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (EMRIP) de la ONU.

De la Vaulxs se hizo fotografiar entre sus anfitriones. A su derecha está Kajshta, abuelo del gigante Liempichun

Cinco meses después de partir de Chelforó, el conde francés tuvo su objetivo al alcance de la mano: “la tumba del gigante” (De la Vaulx 2008: 125, 126 y 127). Para reconstruir la calaña de su tropelía no hace más falta que leer su propio escrito. “Esta sepultura se halla al pie de una colina no muy lejos del Senguerr […] Por fin al cabo de media hora de esfuerzos descubrimos un gran cuero de caballo decorado de manera rara. Es la mortaja del gigante. Sacamos ese cuero con cuidado; se entreabre y deja ver un rostro horriblemente hinchado. El cadáver del indio está envuelto en un quillango y un manto de mujer. Está ligeramente recostado sobre un lado, con las piernas dobladas sobre el vientre y la cabeza vuelta hacia el lado del amanecer. Un olor insoportable invade el aire. […] Tengo muy poca experiencia en anatomía, así que el trabajo de descuartizamiento me lleva muchísimo tiempo. Con enormes dificultades consigo seccionar todos los miembros; desarticulo las costillas y las vértebras y saco las partes carnosas… Por un momento me espanto de mí mismo”. Sin embargo, continuó con su tarea.

 

Oídos sordos

 

Cristina Liempichun es la werken o vocera de su comunidad. Entre otras tareas, lleva una minuciosa cronología de las comunicaciones, los mails, las gestiones y las actividades que desde 2015, los Sacamata-Liempichun llevan adelante para lograr la restitución de los restos de su ancestro, saqueados por de la Vaulx. Buena parte de los intentos merecieron la misma reacción por parte de distintas instituciones francesas: “sin respuesta”.

La werken Cristina y su pequeña hija

También es detallado el inventario del despojo que sufrieron sus mayores, que la werken compartió con En Estos Días: “restos óseos de Liempichun, que se encuentran en el Musée de I´Homme en París. Dicho cráneo lleva inscripto en francés ‘Hijo del cacique Liempichun y sobrino del cacique Sacamata. Alrededores de Choiquenilahue’”. La nómina también incluye el ajuar funerario de Liempichun: “un kaj ajnün (cuero pintado) de potro completo, una pipa de madera, una tabaquera, un collar de chaquiras (cuentas) de vidrio y plata, una rastra de plata (cinturón), un chaway (aros) de plata, un bozal y dos estribos de plata maciza, una boleadora, innumerables esferas de plata y cobre”. Aclaró Cristina que “estos elementos pueden encontrarse en el Musée du Quai Branly, inaugurado en 2006, ya que el Musée de l’Homme le ha cedido un conjunto de los ‘artefactos culturales’ hechos de piedra, madera, cuero, metal y textiles, entre otros materiales, sin saber su connotación espiritual”.

Además, la comunidad quiere acceder a las “fotografías y microfilms de la Colección de la Vaulx que se encuentran en la Biblioteca Nacional de Francia (Sección de Geografía) y a todo documento, como cartas o mapas, que haga mención al linaje Sacamata-Liempichun”. Los museos franceses ni siquiera permitieron la reproducción de las imágenes, cuando investigadores solidarios con la demanda pudieron consultarlas.

La presentación de la comunidad ante el EMRIP se sustenta en la Declaración de la ONU sobre Pueblos Indígenas, que prevé “la repatriación como un derecho indígena, que debe estar garantizado por los Estados, bajo mecanismo de consulta y participación”. Sin embargo, las instituciones francesas todavía consideran que el producto del saqueo colonial perpetrado por ciudadanos de su país, constituye “colecciones arqueológicas y etnográficas” sujetas a procedimientos administrativos que hasta ahora, prevalecen sobre el derecho internacional.

Crecer en libertad en Payaniyeu

En buen romance y según explicitaron funcionarios franceses, para que los restos de Liempichun puedan retomar el descanso en su ayke (territorio), el Parlamento de su país debería aprobar una “ley ad hoc” que exceptúe el contenido de la legislación general para el caso particular o bien, proceder a una amplia reforma. Las dos posibilidades parecen estar a años luz.

Cuando Alberto Fernández y Emmanuel Macron se encontraron a 12.600 kilómetros de Alto Río Senguerr en febrero último, los Sacamata Liempichun aguardaban que el Presidente argentino transmitiera las demandas a su colega europeo, pero sus expectativas resultaron frustradas. Una vez más.

 

Leve esperanza

 

Desde Sarmiento (Chubut), la voz de Cristina Liempichun suena suave pero sus emociones confluyen hacia otro estado de ánimo. “Nos sentimos invisibilizados, discriminados y desoídos”, confió, ante la sucesión de frustraciones. “Tenemos la esperanza de que finalmente a través de la ONU se pueda llegar a concretar nuestro pedido de repatriación y restitución de nuestro ancestro, todo su ajuar funerario, las fotografías y todo lo que tenga que ver con el linaje de las familias Sacamata y Liempichun”. La decisión del Mecanismo de Expertos sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas (EMRIP) de la ONU se dará a conocer en septiembre.

“También nos sentimos con bronca porque una vez más se repite la historia: nunca nos contestaron formalmente”, ratificó. “Como comunidad insistimos en que nuestros ancestros son los que nos avalan, los que nos dan la identidad como personas en nuestro territorio. Para nosotros, el territorio es una morada de afecto y de reproducción de la vida donde cohabitamos con las fuerzas. Necesitamos que se exprese este sentir comunitario porque el pedido no solamente es para que (su antepasado) vuelva y quede ahí. Va más allá de lo ético, de lo moral y de nuestros derechos ancestrales: tiene que ver con nuestra cosmovisión y con completar un ciclo de vida, con volver a entablar la relación con pu newen (las fuerzas), con nuestros loncos con nuestros kewko- kuifikecheyem (ancestros en idioma aonik enk y mapuche) y con la misma itrofilmongen (la vida toda) de nuestro territorio”, enumeró la werken.

La esperanza está viva

“A la vez, es lo que a nosotros nos da identidad y marca un precedente para nuestro territorio, donde muchas veces somos desoídos por el gobierno local. Entonces, tenemos la leve esperanza de que se concrete y sea una restitución completa y no por partes, como sucedió con Inakayal. Ese es nuestro sentir comunitario”, definió.

El próximo 14 de julio, no se producirá el tradicional desfile por los Campos Elíseos con que Francia suele agasajarse a sí misma. La persistencia del Covid19 hará que los festejos que se originaron en la Toma de la Bastilla se reduzcan a una “ceremonia militar” en la Plaza de la Concordia, donde se homenajeará a personal de la salud. En las últimas semanas, el movimiento antirracista que explotó después del asesinato de George Floyd también hizo mella en París y otras ciudades, pero difícilmente alcance a cuestionar el racismo del que todavía hacen gala los museos franceses. Con la supervivencia de sus prácticas coloniales, no son posibles la libertad, la igualdad ni la fraternidad.

Che mamüles en Payaniyeu